30 de septiembre de 2013

Un no parar de sufrir

Cuando te quedas embarazada nadie te dice que vas a sufrir el resto de tu vida, no por el embarazo claro, sino porque el vínculo tan fuerte que te unirá para siempre con tu hijo hará que nunca más estés tranquila. Algunas madres son menos sufridoras y lo llevan mejor, yo no soy de esas, tiendo al nerviosismo y al pánico.., aunque con el tiempo y con Edu a mi lado he ido mejorando, sobretodo en lo que ha controlar los nervios se refiere. Más cuando tu hijo se va haciendo mayor y no le hace ningún bien ver a su madre más asustada que él mismo.

Hoy es domingo por la mañana, hay silencio en casa, nos hemos acostado casi a las 4 de la madrugada después de una noche movidita. Marçal ya está despierto, tumbado en el sofá, tranquilo y con mejor cara. Júlia ha tomado su bibi mañanero y se ha vuelto a dormir, algo raro y sospechoso.
Yo estoy cansada, muy cansada, pero ver a Júlia tumbada en el sofá durmiendo plácidamente y a Marçal a mi lado tranquilo, me hace sentir feliz y afortunada.

Ayer, después de un bonito día en el que incluimos una visita al Museo de las Ciencias Naturales de Barcelona, por cierto, muy recomendable con niños, llegamos a casa exhaustos e hicimos una larga siesta. Sobre las 7 de la tarde Marçal empezó con vómitos incesantes e incontrolables. Pensamos que quizás le había sentado algo mal. A las 11 de la noche viendo que la cosa no cambiaba decidimos ir al hospital. Yo, confieso, ya bastante asustada.

Marçal hacía gestos raros, una mezcla entre cansancio, dolor, desvanecimiento... Nuestros nervios subieron considerablemente, proporcional a la velocidad con la que llegamos a la clínica.
Edu nos dejó en la puerta de urgencias y Marçal y yo nos fuimos directos al baño. Aquí llegó mi gran susto de la noche. Después de vomitar por enésima vez Marçal dejó su cabeza colgando y le cogí justo antes de caerse al suelo, le llevé a rastras hasta la entrada justo en el momento en que Edu entraba por la puerta.
Los médicos le cogieron enseguida. Tenía un grado de deshitración bajo, su desvanecimiento era más fruto del cansancio y los esfuerzos de toda la tarde, entonces empezamos a tranquilizarnos.
Una pastilla supuestamente milagrosa le tenía que haber cortado los vómitos de raíz, pero su cuerpo no la toleró y volvió a vomitar.
Ahora sí, el siguiente paso, ya era colocarle la vía para mantenerle hidratado. Justo Marçal se había quedado dormido llorando pidiendo agua sin parar, tenía mucha sed pero su cuerpo lo rechazaba todo y se le irritaba aún más el estómago, así que cero líquidos por vía oral.
Entonces llegaron las enfermeras colocadoras de vías... y nos echaron del box, Marçal durmiendo y de repente le tienen que pinchar y todo eso... Oíamos sus llantos desde la sala en la que nos hicieron esperar.
Gritaba "mamá, mamá!!" teníamos que entrar y estar a su lado!!

Los llantos duraron bastante rato todavía, tenía sed, le dolía el pinchazo, la mano, el estómago... pero poco a poco fue recuperando algo de color y nos empezamos a tranquilizar todos.
Una hora más tarde y una sesión de Madagascar después (grande iphone que nos salva de muchas situaciones), empezamos con la prueba de la tolerancia: beber suero a sorbitos muy pequeños cada diez minutos durante más de media hora.

La cosa fue bien, por fin ya no vomitaba.
Pasadas las 3 de la madrugada nos dieron el alta, Marçal llegó a casa exhausto y dormido y nosotros cansados y con los nervios destrozados. Por fin en casa después de tantas horas. Como en casa, en ningún sitio.

Hoy se encuentra mejor, flojito, pero mejor.

Esta noche tan intensa y movida me ha hecho recordar y revivir una situación parecida hará, justo ahora en octubre, seis años. Marçal tenía 8 meses y cogió un rotavirus del que entonces aún no existía vacuna. Estuvo ingresado una semana con la vía en el pie pues no le encontraban las venas en los brazos. El pie escayolado para no arrancárselo. Y yo durmiendo cada noche en el hospital mientras Edu, contagiado con el mismo virus, casi perdía el conocimiento en casa. Una semana los dos enfermos y separados, una semana muy dura que recordaré toda la vida.
En enero de 2008, justo cuando cumplía un año, el episodio se repitió, una semana más en el hospital.
Marçal tiene su punto débil claro.

Júlia está pachucha, tiene algunas décimas, no mucho, pero no tiene ánimos para hacer nada, no se mueve de mi lado... veremos como pasamos la semana.

Feliz y sana semana!
Besitos!



No hay comentarios:

Publicar un comentario